Se define como flora apícola el conjunto de especies vegetales que producen o segregan sustancias o elementos que las abejas recolectan para su provecho: néctar, polen, propóleo y mielatos.
En función del tipo de aprovechamiento, diferenciamos plantas nectaríferas, plantas poliníferas, plantas nectaríferas y poliníferas, y plantas fuentes de mielatos.
Estas plantas son las que presentan pétalos con colores atractivos para el polinizador (contraste con el entorno), y fragancias que alcanzan grandes distancias, indicando la presencia de néctar o polen, las recompensas que las plantas ofrecen a las abejas.
El néctar floral, presenta una composición de agua y azúcares (glucosa, sacarosa y fructosa) en concentraciones variables, dependiendo de la especie. Esta sustancia azucarada es secretada por las plantas (nectaríferas) a través de los nectarios, que se sitúan en diferentes lugares de las mismas: pétalos, sépalos, extraflorales… La disposición de los nectarios tiene origen estratégico, y obliga a las abejas a moverse por una zona concreta de la flor, para lograr una mayor efectividad en la polinización.
La recolección del néctar, por parte de las abejas pecoreadoras, se realiza a lo largo del día. En sus visitas, la abeja succiona de los nectarios dicha sustancia. Este néctar, a su regreso a la colmena, es depositado en las celdillas y sometido a un proceso de deshidratación para fabricar la miel. Las abejas evaporan el agua sobrante, hasta alcanzar una humedad del 18% y una concentración de azúcares del 80% (cuando, en el caso del néctar, las proporciones son casi las contrarias: un 20% de azúcares y un 80% de humedad).
Algunas de nuestras plantas proveedoras del néctar para las abejas y otros polinizadores son: Ajedrea, Albaida, Azahar, Biércol, Brezo, Cantueso, Espliego, Girasol, Madroño, Mejorana, Rosáceas (frutales, ej. prunus), Romero, Tomillo, Vivorera, Zarza…
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